Siempre ahora

Siempre ahora Siempre ahoraEl maestro Deshimaru decía: “En la Vía debemos cultivar una actitud simple. Por ejemplo, dar las gracias cuando recibimos algo y pedir disculpas cuando nos equivocamos”. Cuando asimilamos esta actitud a nuestra manera cotidiana de relacionarnos con los demás, surge en el corazón una fuente de alegría interior, el sentimiento de gratitud.

La gratitud es la fuente de todo bien. El aura de la gratitud transforma todo aquello que toca.

¿Cuántas veces al día decimos gracias, gracias, gracias, muchas gracias…? El dar las gracias se ha convertido en casi todas las lenguas y culturas en un acto rutinario, una etiqueta social, un signo de educación. Pero no se trata sólo de ser educado. Se trata de sentir realmente gratitud cada vez que decimos gracias.

Dar las gracias significa expresar y compartir con los demás la gratitud que sentimos en nuestro corazón. Dar las gracias significa iluminar con la luz de nuestra gratitud la propia conciencia, iluminar el cuerpo y la mente de los demás. Dar la gracia divina de la gratitud.

Podemos comprender fácilmente que no vivimos sólo por nosotros mismos. Nuestra vida es mantenida y sostenida por todas las demás existencias. Esto podemos experimentarlo cuando trascendemos la percepción según la cual nos sentimos a nosotros mismos como un ser aparte, autónomo, independiente, como una entidad nucleica, limitada. La iluminación significa trascender la visión egocéntrica.

No penséis que esta experiencia es algo extraño. No proyectéis en la experiencia de la iluminación todas vuestras ilusiones y expectativas. El estado de iluminación es lo más simple del mundo. Es la manifestación de nuestra naturaleza, de lo que realmente somos.

La gratitud nos embarga cuando tomamos conciencia de que nuestra propia existencia no sería posible sin la existencia de todos los que nos rodean, ya sean seres humanos, animales, vegetales o minerales. La gratitud es el reconocimiento de lo que cada ser viviente aporta a nuestra vida. Gratitud es aportar también de nuestra parte a la suya.

El éxtasis de la gratitud se manifiesta a través de la entrega de la propia vida. Esto no significa necesariamente fundar una leprosería, aunque la entrega puede adoptar también esta forma y otras parecidas. Su significado real y profundo es de dejar de sentirse un yo-propietario-de-algo para sentirse un yo-en-los-otros o un otro-en-mi-yo. Entonces comprendemos que aunque entregáramos cincuenta de nuestras sucesivas vidas no bastaría para pagar nuestra deuda de gratitud por el hecho de experimentar, aunque sea sólo un segundo, que somos el universo entero tomando conciencia de sí mismo.

Desde este punto de vista, cualquier tarea que realicemos en este estado será un don para todos lo seres vivientes: construir casas y edificios que albergan a otros, fabricar la ropa para el vestido, enseñar, contribuir a la organización y a la armonía social. Todo se convierte en un don de sí mismo y no en un medio para ganar fama, riqueza y éxito.

Trabajar por un salario no es propio de seres humanos dotados de conciencia. Es suficiente dar lo que somos en cada cosa que hacemos. Cuantas más gracias demos, más iluminaremos nuestra propia vida y la de los demás. Sintámonos agradecidos de lo que somos y de lo que no somos, pues gracias a ello somos lo que somos.

Siempre ahora.
Enseñanzas del maestro zen
Dokushô Villalba.
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