Cómo descubrir a Dios a través del sexo

Como descubrir a Dios a traves del sexo Cómo descubrir a Dios a través del sexoEn lo más profundo de nuestro corazón, todos buscamos cómo dar y recibir amor, para siempre y de verdad. Nuestra vocación más profunda es liberarnos en amor y vivir en esa libertad. Cada uno de nosotros debe encontrar su propio y único camino para vivir en consonancia con su ser más profundo. Pero, independientemente del camino, descubriremos que el amor es la única manera de vivir que no es inferior a Dios, inferior a la verdad, a nuestra necesidad más profunda y a nuestro potencial divino.
La máxima libertad, que consiste en vivir como corriente de amor, puede practicarse en el sexo. Aprender a practicar sexo como expresión de tu ser más profundo es como aprender a jugar al golf, al tenis o a tocar el violín. Tendrás días buenos y días malos. Habrá ocasiones en las que hacer el amor resulte perfecto en sí mismo, con una perfecta alineación de genitales, corazón y mente. Otras veces resultará disperso, ansioso o cargado de conflicto. Incluso en ese caso, el fracaso como tal no existe: cada momento es un aprendizaje, cada bloqueo es una oportunidad para aprender a abrirse al amor.

El amor también se puede practicar. Practicar el amor implica expresar tu corazón más profundo y existir como él, independientemente de tu fe religiosa o del método espiritual que hayas elegido. Si en el sexo no practicas el amor, tus embestidas y abrazos se reducirán a una mera hambre animal o a una necesidad personal psicoemocional. Para algunas personas, el sexo es un modo relativamente seguro de gruñir y dar coces con placer, relajarse en un orgasmo espasmódico y ponerse a dormir. Para otros, el sexo es una manera de desear el afecto de la pareja, en un ritual de seguridad y de calor familiar.

Cuando lo liberamos de estos hábitos, el sexo se muestra fresco, impredecible y libre. El sexo es un tipo de arte, una oración, una forma de contemplar el amor infinito y comulgar con él, desnudo, impávido, natural y completamente libre. El sexo es un medio para poder expresar este misterio de amor a través de la música de tu cuerpo.

El método para aprender a practicar el sexo de esta forma no es nada sentimentaloide ni insípido, sino algo tan concreto como aprender a tocar el piano. Al principio, de hecho, hacer música parece algo casi imposible. Los dedos no obedecen a tu voluntad, así que el profesor de piano te pone a practicar escalas musicales y ejercicios, que repites una y otra vez; practicas, luchas contra tus dificultades, cometes fallos y aprendes. En breve te das cuenta de que estás tocando sin esfuerzo piezas que antes ni siquiera entraban en tu imaginación. Si te relajas lo suficiente y te conviertes en un vehículo transparente a través del cual el espíritu pueda moverse, llegará un momento en el que la verdadera música salga de tus notas.

A través de las teclas del piano, una inmensa profundidad de significado y de reconocimiento, quizá incluso sagrado y fundamentalmente inefable, empieza a fluir desde tus dedos hasta el corazón del espectador. Llegará el día en el que persibas que, desde tu corazón y a través de tu forma de tocar el piano, transmites una indescriptible profundidad de sentimiento al corazón de tu espectador. El genio de tu ser profundo, la corriente de amor divino, se estará expresando, aunque tu técnica sea sencilla.

Un mono puede aprender a tocar el piano. Un robot puede ser programado para ejecutar, desde su memoria digital, una sencilla canción. Sin embargo, un músico emocionado no emite meros sonidos, sino que evoca un significado profundo y un sentimiento que van mucho más allá de la mecánica implicada en la pulsación de las teclas adecuadas. El espíritu de la música se revela a través de su interpretación. Independientemente de la sencillez, la interpretación musical transmite un significado más profundo del que se hubiera podido expresar con palabras, provocando en el espectador lágrimas de reconocimiento, sonrisas de felicidad y apertura de corazón.

Al hacer el amor puede ocurrir lo mismo, con la diferencia de que el piano que tocas, tu pareja, también te toca a ti.

Si no has experimentado nunca el amor sexual profundo, mis palabras podrían parecerte un galimatías, palabras sin sentido que no llevan a ninguna parte. Sin embargo, casi todas las personas han sido agraciadas, al menos puntualmente (quizá sacudidas o despertadas, incluso), por una apertura que va más allá de su sensación de yo limitado, en la que una unidad sublime se hace repentinamente obvia o aparente. Estos inesperados momentos de gracia pueden ocurrir en el sexo o al meditar, al rezar, cuando estamos simplemente a solas o incluso cuando nos encontramos al volante de un coche, cuando damos de comer a un bebé o cuando paseamos. Este libro es una guía para desarrollar y transmitir conscientemente en el sexo esta recobrada disposición de apertura y unidad.

¿Qué sentido tiene practicar esta disposición de apertura en el sexo? Para la mayoría de las personas, independientemente de lo iluminadas que estén en otras áreas de la vida, su vida sexual y emocional sigue siendo problemática. El sexo es uno de los aspectos de la vida más placenteros y frustrantes para la mayor parte de la humanidad. Representa un rincón escondido en el que se guardan secretos embarazosos y sueños prohibidos. En general, la vida sexual de una persona se encuentra entre los aspectos menos iluminados de su ser; incluso hombres y mujeres físicamente sanos, con éxito financiero y despiertos a nivel espiritual, frecuentemente tienen vidas sexuales complicadas y confusas.

Al crecer sexualmente, podrás abrazar tus complicaciones y secretos (que existen prácticamente para todo el mundo) y atravesarlos para hacer música. Los altibajos emocionales y las desviaciones sexuales no serán obstáculos, pues nos proporcionan un instrumento único para poder tocar la todopoderosa música del amor. El estado de tu instrumento (la historia de tu dolor, de tu deseo y de tu resistencia emocional y sexual) se vuelve irrelevante cuando tu corazón y el de tu pareja se desvanecen en la profundidad alcanzada por vuestro amor. Un violín destrozado en manos de un música con verdadera inspiración despierta más corazones que un Stradivarius en manos de un impostor.

La disonancia de nuestra vida sexual deriva no tanto de nuestra historia personal o de nuestro “violín”, sino, en mayor medida, de nuestra falta de práctica y de profundidad. En la adolescencia, nos tocamos los genitales sin ninguna instrucción (sin tener ningún ejemplo destacado del arte sublime por parte de un amante superior) y luchamos por aullar nuestra música sexual lo mejor que podemos. Generalmente, el desarrollo de nuestra profundidad y de nuestra habilidad sexual se detiene a una edad temprana (como en el caso de nuestros padres) y acabamos tocando la misma canción simplona una y otra vez, hasta que envejecemos demasiado como para preocuparnos de seguir profundizando.

¿Cómo podemos continuar expandiendo nuestra capacidad de transmitir la maravillosa apertura de corazón a través de la música de nuestro arte sexual? La única habilidad que debemos aprender, y la más importante, es la práctica del amor, de la apertura o la entrega, que sólo son palabras distintas que también significan unidad, sentimiento desbloqueado o ser libre, la fuente de la auténtica inspiración. Podrás practicar diferentes técnicas de control respiratorio, así como movimientos pélvicos hasta dejarte la piel, pero no disfrutarás de un solo momento de éxtasis sexual hasta que no estés dispuesto a saltarte todas tus barrera
s y abrirte por encima de tus resistencias al asombro del amor. Un músico que protege su corazón no es un verdadero músico y podríamos decir lo mismo de un amante. ¿Cómo podríamos practicar para abrirnos totalmente al amor en el sexo?

Cómo descubrir a Dios a través del sexo.
El despertar de la unidad del espíritu
mediante la dualidad de la materia.

David Deida.
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