La Vía Iniciática

 La Vía IniciáticaEl hombre nace a la vida racional, en el momento el que se formula una pregunta. Si sucesivamente continúa preguntándose, ya empieza a descubrir una incipiente filosofía, como consecuencia de su afán de saber.
El ser humano, con sus mil complejidades, posee una que sobresale de las demás: la de aprender y saber. Esta pasión por el estudio, aumenta sus posibilidades para adquirir la información necesaria para permitirle profundizar con todo aquello que se relaciona con la Sabiduría.

Esa fuerza fue la que empujó al hombre, desde la más remota antigüedad, a afrontar los más intrincados problemas del entendimiento, tan profundo y complejo que, a pesar de beneficiarnos hoy día de tan extenso legado, seguimos todavía en la más completa confusión, haciéndonos las mismas preguntas de entonces.

Para experimentar la necesidad de saber, ya hay que saber algo, es decir, tener la certeza de que se tiene una base para encontrar los medios necesarios para alcanzar el objetivo deseado.

Tal y como decían los antiguos, el SABER empieza cuando el ser humano es consciente de que no sabe. Éste y no otro, es el primer paso: “Solo sé que no sé nada”.

Tradicionalmente se define a la ignorancia como la ausencia de conocimiento. Pero ello no siempre es así. También la posesión de conocimientos equivocados forma parte de esa ignorancia. En realidad se trata de dos aspectos de la misma esencia. En el primero de ellos, es decir, la ausencia de conocimiento, se resuelve con el estudio, pero en el segundo, el esfuerzo a realizar es extraordinariamente difícil cuando un conocimiento erróneo se ha apoderado de nuestra mente y hay que sustituirlo por otro verdadero.

De todas las ignorancias bajo las cuales nos movemos pesadamente, la mayor de todas es la ignorancia de uno mismo, aquella que concierne a nuestro propio ser, nuestra existencia y nuestra verdadera naturaleza.

La elección del camino personal para un mayor crecimiento, es siempre una decisión consciente. Este estado permanentemente consciente, será el que nos permitirá seguir el proceso de transformación. Este cambio de rumbo, se habrá efectuado en un momento preciso de nuestra vida. Habrá existido un punto de partida que motivará nuestra decisión. Este detonante se presentará para con cada uno de nosotros, probablemente, de manera diferente.

Algunos descubrirán esa inquietud, ese inicio, en una tertulia, reunión, o bien en el encuentro con alguien que habrá marcado nuestro recuerdo. Para otros, será la consecuencia de una crisis existencial, un miedo a lo desconocido, al futuro. De repente descubrimos que la base que teníamos para vivir no nos satisface, o no se corresponde con aquello que esperábamos.

Cuando el ser humano llega a este punto de su vida, registrará una crisis en su desarrollo. A partir de aquí, tendrá que elegir si desea continuar siendo una marioneta al servicio de lo establecido, o bien desea convertirse en un ser verdaderamente autónomo dentro de la sociedad en la cual se desenvuelve.

Una de las propiedades esenciales del ser humano, es el de la creencia en la esperanza.

El hombre es un ser que espera siempre; volcado hacia la esperanza, ansiando un futuro nuevo, un mundo mejor, más enriquecedor individual y colectivamente, que le lleve a la plenitud de su existencia.

La esperanza siempre proyectada hacia el futuro, representa un rompimiento con las ataduras del pasado y las dependencias del mismo. Sin embargo, la realidad siempre se impone y aquello que encontramos, no es lo que buscábamos, existiendo grandes diferencias entre lo concreto y el modelo que habíamos idealizado.

Este hecho, abre de nuevo las puertas hacia otro anhelo, otra búsqueda y así sucesivamente.

“Viviendo solamente de esperanza se muere de desesperación”, Proverbio chino.

Para muchos, la esperanza, que pertenece al mundo de las emociones, es la más cruel de todas, pues muy difícilmente llega a cumplirse. Sin embargo, como todo cuanto existe, la esperanza también posee dos caras, dos polos, y para aquél que emprende el Camino, precisa de ella para que su voluntad y tesón en proseguir su andadura, no decaiga en el polo opuesto, es decir, la desesperanza.

Volver a “pedir”, en un sentido metafísico, que no material, tiene su aspecto positivo; aquél que nos hace sentir vivos y que estamos evolucionando como individuos. La aventura del ser humano, no depende de las circunstancias exteriores, sino del descubrimiento de su interior.

Intentaremos, en la medida de lo posible, clarificar el proceso que podemos seguir en esta andadura.

“Excava dentro. Dentro está la fuente del bien, que siempre puede manar, si excavas siempre”. Marco Aurelio. “Meditaciones”. Libro VII, 59.

La Vía Iniciática.
Claves para una Búsqueda.
Xavier Musquera.
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