No importa de qué tipo de desarmonía estemos hablando, no importa de qué enfermedad se trate y no importa si el problema es principalmente físico o mental, siempre hay alguna clase de tensión física. Lo habitual es considerar la tensión un producto de la enfermedad, excepto cuando se piensa que ciertos tipos de estrés hayan contribuido a esa enfermedad, pero vamos a juguetear con otra idea. ¿Qué pasaría si la tensión no fuese una consecuencia de la enfermedad, sino la causa?
Si así fuera, todo lo que tendríamos que hacer para ayudar a la curación sería aliviar esa tensión. No creo que te sorprenda saber que ésta es justamenet la hipótesis en la que se basa este libro.
Antes de hablar sobre aliviar la tensión, sin embargo, sería útil examinar las formas en que ésta se acumula en el cuerpo. Comenzaré por examinar la fuente misma de la tensión, eso llamado “estrés”.
Según el diccionario, el estrés es “un factor físico, químico o emocional que causa tensión corporal o mental y que puede ser un factor causante de enfermedades”, y también “un estado producido por tensión física o mental y causado por factores que alteran el equilibrio existente”. Sencillamente, esto quiere decir que distintos tipos de estrés pueden producir tensión en la mente y el cuerpo, y que podemos sentirnos “estresados” o tensos al oponer resistencia a los cambios.
En otra parte de la definición del diccionario, voy a reemplazar la palabra “cuerpo” por la palabra “cosa”. En ésta se dice que el estrés es “una fuerza o influencia limitante, como la fuerza empleada cuando una cosa presiona, empuja, comprime, tuerce o tira de otra cosa; especialmente la intensidad de esta fuerza mutua y la deformación producida en una cosa por esta fuerza”. En términos más simples, esto quiere decir que el estrés no es sólo la acción de presionar, empujar, comprimir, torcer y tirar de algo; es también la reacción a esta fuerza. El estrés no es estrés a menos que haya resistencia. Es la resistencia la que produce la tensión, y es la tensión la que causa los problemas. Ten en cuenta que una “fuerza o influencia limitante” puede provenir de una falta de algo, como por ejemplo agua, alimento o amor, y se refiere únicamente a algo activo.
El estrés, en sí mismo, no es malo. Es vital para desarrollar los músculos, para moverse y respirar, para la motivación y para muchas otras cosas que son útiles y necesarias. Pero si intentas levantar un objeto pesado durante demasiado tiempo, los músculos se lesionarán en lugar de desarrollarse. Si comes alimentos saludables hasta que tu estómago esté a punto de reventar, te estarás haciendo más daño que bien. Si intentas salvar el mundo haciendo que la gente cambie, estarás tan estresado que no lograrás gran cosa. Examina tu propia vida y verás que el causante de los problemas más serios no es simplemente el estrés de la vida cotidiana, sino el excesivo estrés repentino (estrés agudo) o el excesivo estrés prolongado (estrés crónico). Se prodría decir que el problema es demasiada tensión, aunque “demasiada” es un término que variará según las personas y las circunstancias.
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