Apreciando la Vida

Apreciando la vida Apreciando la VidaSe diría que el cuerpo es como una casa y la mente su habitante. El habitante a menudo, vive más tiempo fuera que dentro, hasta tal punto que el propio hogar resulta desconocido. Apenas se vive en una mínima parte de él: la azotea. Como una casa largo tiempo deshabitada, es oscura, en ocasiones tenebrosa y muy mal ventilada.

¡Abre las puertas! ¡Abre las ventanas y deja que el aire fresco, poco a poco, llene la estancia! En la medida que el aire ventile la casa, la luz de la mente iluminará una a una todas las habitaciones, aún las más alejadas de la consciencia. Descubrirás todo un universo interior, como decían los antiguos, en relación con el universo exterior en donde hay ríos, montañas, valles… ¡todo un reino! ¿Eres tú el rey?

¿Recuerdas la parábola del hijo pródigo? Marchó de su hogar en busca del mundo externo del mismo modo que la mente busca la felicidad en las cosas externas. Gastó su herencia, agotó su energía tras las cosas y acabó hundido en lo más bajo de sí mismo; más en esa desesperación “recordó” su verdadero hogar y se alzó, tomó su decisión y se puso en camino de vuelta.

Todos somos el hijo pródigo: agotamos nuestra herencia persiguiendo cosas banales, la fama, el prestigio, el dinero, el sexo,… etc., hasta quedar atrapados en nuestro propio lodo. ¡Levántate! ¡Yérguete como un ser humano y recupera tu dignidad! ¡Regresa al hogar! Cuando un hijo se recupera, sucede que hay un gran regocijo, una gran fiesta. El sufrimiento se torna en alegría porque la mente retorna a su fuente original: la única que puede otorgarle la verdadera felicidad.

El Buda tocó la tierra y el hijo pródigo se alzó: la imagen del ser humano, la imagen del Tai-chi, un ser humano de pie, un eje entre el cielo y la tierra.

La postura humana es para nosotros muy especial y, a pesar de que los seres humanos pueden estar de pie, no es fácil conquistar la verdadera postura. La postura no es una pose, una cáscara vacía, algo que se sostiene por puro esfuerzo. La verdadera postura es conexión, es comunión entre el cuerpo y la mente. Como una mano encaja en el guante, todo el cuerpo está lleno de la mente: es una postura viva.

De la misma forma que la planta crece desde su raíz, la postura se alza desde su base, como la caña de bambú: su fuerza radica en la tierra, mientras que el tallo se mantiene flexible e internamente vivo. Por otro lado, toda la postura es igualmente sostenida por el cielo como si se estuviese colgado como una marioneta por un hilo invisible que pende de la cima de la cabeza.

Vivir centrado es igualmente vivir enraizado. El Buda, una vez iluminado, tocó la tierra: “La tierra es mi testigo”. Enraizarse significa pues, vivir con los pies en el suelo, vivir el momento presente, paso a paso, instante tras instante.

Para los taichistas, los conceptos deben realizarse: no permanecer en el mundo mental. Toda idea debe comprobar su validez en nuestra experiencia.

Centrarse, enraizarse, equilibrarse no son simples conceptos sino que tienen su realidad física:

  • Enraizarse tiene que ver con relajar los pies, “la planta” de los pies,
  • Centrarse tiene que ver con la cadera y su movilidad y,
  • Equilibrarse tiene que ver con el eje de la columna.

Practicar los ejercicios no es una mera gimnasia: es realizar estas ideas de un modo concreto.

Apreciando la Vida.
El Maestro de Tai-chi.
Ángel Roy.
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