Todo llega, todo pasa

todo llega todo pasa Todo llega, todo pasaEl Buda nos enseñó a observar todo cuanto se manifiesta. Las cosas no duran eternamente. Después de surgir, desaparecen. Una vez han desaparecido, surgen y luego vuelven a desaparecer. Pero una persona confundida e ignorante no quiere aceptar esta verdad. Si meditamos y alcanzamos una cierta tranquilidad, queremos conservarla a toda costa sin que nada nos perturbe.
Pero esta actitud no es realista. El Buda quería ante todo que conociéramos la realidad del mundo y que supiéramos que los fenómenos son engañosos, al verla es cuando podemos gozar de un estado de calma. Cuando no sabemos cómo actúan las cosas, nos dejamos gobernar por ellas y aparece la trampa de la falsa idea del yo. Por eso hemos de volver al origen y descubrir cómo surgieron los fenómenos. Hemos de comprender cómo son en realidad las cosas, como entran en contacto con la mente y cómo la mente reacciona a ellas, de esta manera encontraremos la calma. Por eso hemos de investigar. Si cuando ocurre algo nos negamos a aceptarlo, no gozaremos nunca de paz. Por más que intentemos evitar la situación, la acabaremos experimentando, así es la naturaleza de las cosas.

Ésta es la verdad simple y llanamente. La naturaleza de los fenómenos es la impermanencia, el sufrimiento y la ayoidad. Esto es todo lo que hay, pero nosotros damos a las cosas más importancia de la que tienen.

En realidad no es tan difícil hacer que la sabiduría surja. Sólo hemos de observar las causas y comprender la naturaleza de las cosas. Cuando tu mente está agitada, has de comprender que “esta sensación no durará para siempre. ¡Es pasajera!”. Y cuando tu mente está tranquila, no te pongas a pensar: “¡Ah! ¡Qué tranquilidad!” porque esta sensación también es pasajera.

Cuando alguien te diga: “¿Cuál es la comida que más te gusta?”, no te tomes la pregunta demasiado en serio. Si de veras te gusta mucho algo, ¡no importa! Piensa que si lo comieras cada día te acabaría hartando. Seguramente llegarías al extremo de decir: “¡Oh, no, no vuelvas a ofrecérmelo!”

¿Lo comprendes? Aquello que tanto te gusta puede acabar poniéndote enfermo. Esto ocurre porque todo está cambiando continuamente, es algo que debes tener en cuenta. El placer es efímero. La infelicidad es efímera. El gusto por las cosas es efímero. La tranquilidad es efímera. La agitación es efímera. Todo cuanto existe es efímero. Al comprender esta verdad, ninguna situación podrá ya agitarte, sea lo que sea lo que te ocurra. Todas las experiencias, sin excepción, son efímeras, porque son impermanentes por naturaleza. La impermanencia significa que las cosas no son fijas ni estables, el Buda es simple y llanamente esta realidad.

Anicca, la transitoriedad, es la verdad. La verdad está presente para que la veamos, pero lo que ocurre es que no la observamos a fondo, con claridad. El Buda dijo: “Aquellos que ven el Dharma me están viendo a mí”. Si podemos ver el anicca, la cualidad de la transitoriedad, en todas las cosas, entonces surgirá en nosotros el desapego y el desapasionamiento: “¡Oh! Esto es menos importante de lo que creía!”. “¡Oh! Aquello es menos importante de lo que creía. En realidad, no hay para tanto”. La mente adquiere con firmeza esta certeza: “Es simplemente eso. ¡Ajá!”. Y después de comprenderlo, ya no necesitaremos hacer cosas demasiado difíciles en nuestra contemplación, porque la mente lo afronta todo diciendo: “Sólo es eso” y punto. Esto zanja la cuestión. Hemos comprendido que todos los fenómenos son ilusorios, ya que nada es estable y permanente, todo está cambiando sin cesar y tiene las características de la impermanencia, el sufrimiento y la ayoidad. Es como una bola de hierro al rojo vivo que ha sido calentada en un horno. ¿Qué parte de ella estará fría? Intenta tocarla y lo descubrirás. Si tocas la parte de arriba, te quemará. Si tocas la parte de abajo, te quemará. Si tocas los lados, te quemarán. ¿Por qué quema? Porque es una bola que está toda ella al rojo vivo. Al comprenderlo, ya no desearás tocarla. Cuando sientas: “¡Esto es fabuloso! ¡Me gustga! ¡Quiero tenerlo!”, no te lo tomes demasiado en serio, no creas en esos pensamientos, porque no son más que una bola de hierro candente. Si tocas cualquier parte de ella, si intentas sostenerla, te quemarás, sentirás mucho dolor, tu piel se abrirá y sangrará.

Has de contemplar esta realidad a cada momento, mientras andas o estás de pie, sentado o tendido. Incluso cuando estés en el cuarto de baño, o vayas a algún lugar, o estés comiendo, o estés evacuando después de haber comido, has de ver que todas las experiencias son inestables e impermanentes, y que en el fondo también son insatisfactorias e insustanciales. Las cosas inestables e impermanentes son efímeras e irreales. No hay ninguna de ellas que sea real. Son como la bola de hierro al rojo vivo, por dondequiera que la toques, te quemará. Como toda ella quema, dejamos de intentar tocarla.

Todo llega, todo pasa.
Enseñanzas sobre la cesación del sufrimiento.
Ajahn Chah.
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