El Camino del Tao

El camino del tao El Camino del TaoLo que comúnmente se tiene como el mundo vacilante, imprevisible, peligroso e incluso hostil -incluyendo las emociones caprichosas de cada uno y los sentimientos internos- es, realmente, el propio ser y hacer. El sentido mismo de que esto no es así forma parte, a su vez, de su ser así. Desde el punto de vista del taoísmo contemplativo (denominación de Creel) y primitivo, cualquier ejercicio deliberado por cultivar el wu-wei parecerá auto-contradictorio.
Utilizando una metáfora de Chuang-tzu, sería “golpear un tambor en busca de un fugitivo” o, como dijeron posteriormente los budistas Ch’an, “ponerle patas a una serpiente”. De acuerdo con Lao-tzu (cap. 38), uno podría decir: “El wu-wei superior no aspira al wu-wei, y así es verdaderamente wu-wei”. Comprender esto no es una cuestión de caer en la cuenta intuitivamente, ni, por el contrario, el resultado de alguna disciplina. Del mismo modo, el truco de representar una tercera dimensión dibujando líneas en pespectiva no requiere ninguna preparación; simplemente debe ser mostrado, y entonces la experiencia de la profundidad en la pintura deja de ser una comprensión verbal para convertirse en una visión real.

¿Qué debemos hacer, entonces, de la venerable tradición de los ejercicios meditativos del hinduismo, el budismo, el taoísmo hsien y el sufismo islámico, que convierten a la conciencia cósmica y a los poderes sobrenaturales en su meta aparente? Si retrocedemos hasta los primeros escritos Ch’an de la dinastía T’an (+618 a +906) -recordando que el Ch’an era una fusión el taoísmo y el budismo- no se puede sostener, según creo, otra tesis más que la de que los primeros maestros Ch’an -como Seng-ts’an,  Hui-neng, Shen-hui, Ma-tsu, e incluso Lin-chi- no sólo no hicieron hincapié en los ejercicios meditativos sino que a menudo los descartaron por inoportunos. Todo el énfasis fue colocado sobre la comprensión intuitiva inmediata, resultante de la ‘indicación directa’ (chih-chih) por parte del maestro, en entrevistas de preguntas y respuestas, denominadas wenta, por medio de las cuales quien habría penetrado la verdad de las cosas la manifestaba, simplemente, a quién no la habría ahondado… frecuentemente mediante formas no verbales, mediante la demostración más que por la explicación. Fue por esta razón que Hui-neng -el sexto patriarca del budismo Ch’an- denominó su método “la escuela repentina”, actualmente ridiculizada por el budismo cripto-protestante al aplicarle el nombre de “Zen instantáneo” (como café instantáneo), como si el valor de una inspiración o intuición pudiera ser juzgado desde la mera pauta cuantitativa del tiempo y la energía empleados en su preparación. ¿Cuánto tiempo le lleva a un niño saber que el fuego es caliente?

Por otra parte, quienes entienden el Tao se deleitan, como los gatos, simplemente sentándose y contemplando sin ningún propósito ni resultado mental. Pero cuando un gato se cansa de estar sentado, se levanta y da un paseo o persigue ratones. No se castiga a sí mismo ni compite con otros gatos en una prueba de resistencia para comprobar cuánto tiempo puede permanecer inmóvil… a menos que exista alguna razón real para quedarse inmóvil, como es, por ejemplo, el coger un pájaro. Los taoístas contemplativos se sentarán alegremente con yoguis y zenistas tanto tiempo como sea razonable y cómodo, pero si la naturaleza nos dice que estamos “empujando el río” nos levantaremos y haremos otra cosa, aunque sea irnos a dormir. Más que nada se trata, seguramente, de orgullo espiritual. Los taoístas no consideran la meditación como “práctica”, salvo en el sentido en el que un médico “practica” la medicina. No tienen motivo para someter o alterar el universo mediante la fuerza física o la fuerza de voluntad, ya que su habilidad consiste exclusivamente en acompañar el fluir de las cosas de un modo inteligente. La meditación o la contemplación desarrolla esta inteligencia como un producto secundario, no como un objetivo directo.

No obstante, debe quedar claro que wu-wei no es un capricho intelectual, como cuando la gente se aparta de su camino para hacer algo fantástico e informal, siguiendo la convención tan servilmente como cualquier esquema, tomándola como guía para hacer lo opuesto. Ésta fue una común interpretación falsa del taoísmo y el zen, cuando empezaron a ser populares entre los jóvenes de Occidente. En realidad, los taoístas contemplativos se sientan para meditar, pero no lo hacen con el propósito egoísta de perfeccionarse a sí mismos; por el contrario, habiendo comprendido intuitivamente que no hay camino, excepto el camino de Tao, “se internan en aquello a lo que las cosas no pueden escapar” (Chuang-tzu 6) y meditan por el placer de la meditación: el fluir de la respiración, el canto de los gallos en la distancia, el murmullo del viento, la calma y todas esas cosas que los activistas militantes, tanto de Occidente como de Oriente -con su frenética intencionalidad- han aprendido a desdeñar. Éste es el aspecto yin de la vida taoísta y, por lo tanto, no excluye -cuando es oportuno- el aspecto yang de deleitarse en la fuerza, de modo que la disciplina taichi chuan del movimiento corporal, el fluir y el balanceo, es tan apreciada como sentarse a meditar.

El Camino del Tao.
Alan Watts.
Con la colaboración de Al Chuang-liang Huang.

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