Contacto con Dios

Contacto con Dios Contacto con DiosNada hay más seguro que ésto: el Espíritu Santo no es algo que pueda ser producido por nuestros propios esfuerzos. No puede ser “merecido”. No hay absolutamente nada que nosotros podamos hacer para obtenerlo, porque es puro don del Padre.

Nos enfrentamos al mismo problema al que tuvieron que enfrentarse los apóstoles. Al igual que nosotros, también ellos tenían necesidad del Espíritu Santo para su apostolado, y el propio Jesús, instruyéndolos acerca del modo de recibirlo, les dijo: “Tenéis que esperar la promesa del Padre que oísteis de mí: que Juan, como sabéis, bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de pocos días… Recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra” (Hch 1, 4ss).

Jesús lo dijo: Esperar. Nosotros no podemos producir el Espíritu; lo único que podemos hacer es esperar a que venga. Y esto es algo que a nuestra pobre naturaleza humana le resulta muy difícil en este mundo moderno. No podemos esperar. No podemos parar quietos. Estamos excesivamente desasosegados, excesivamente impacientes. Tenemos que estar moviéndonos constántemente. Preferiríamos muchas horas de duro trabajo antes que soportar el sufrimiento de quedarnos quietos esperando algo que está fuera de nuestro control, algo que no sabemos en qué momento exacto ha de llegar. Pero resulta que debemos esperar; y por eso esperamos y esperamos… sin que nada suceda (o, mejor, sin que nuestra tosca visión espiritual sea capaz de percibir nada), y nos aburrimos de esperar y de rezar. Nos sentimos más a gusto “trabajando por Dios”, y por eso volvemos enseguida a emborracharnos de actividad. Sin embargo, el Espíritu sólo le es dado a quienes esperan; a quienes, día tras día, abren sus corazones a Dios y a su Palabra en la oración; a quienes invierten horas y horas en lo que, para nuestras mentes obsesionadas por la productividad y el rendimiento, parece una simple pérdida de tiempo.

En los Hechos de los Apóstoles leemos: “Mientras [Jesús] estaba comiendo con ellos, les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre…” (1, 4). No abandonéis Jerusalen, viene a decirles. Resistid las ganas de hacer cosas hasta que os hayáis liberado de ese deseo compulsivo de actuar, de esa urgencia de comunicar a otros lo que vosotros mismos aún no habéis experimentado. Una vez que haya venido a vosotros el Espíritu, entonces daréis testimonio de mí en Jerusalen y hasta los confines de la tierra, pero no antes; de lo contrario, seréis falsos testigos o, en el mejor de los casos, personas emprendedoras, pero no apóstoles. Las personas emprendedoras son personas inseguras que desean compulsivamente convencer a los demás para estar ellas menos inseguras.

Jesús dijo: “Recibireis el poder…” ¡”Recibir” es la palabra adecuada! Jesús no espera que nosotros produzcamos el poder, porque esa clase de poder no podemos producirlo, por mucho que lo intentemos. Sólo puede ser recibido.

Anthony de Mello, S.J.
Contacto con Dios.
Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada . Guarda el enlace permanente.