Fluir

Fluir FluirCuando la gente reflexiona acerca de cómo se siente cuando su experiencia fue muy positiva, mencionan por lo menos uno, y frecuentemente todos los rasgos siguientes. Primero, la experiencia suele ocurrir cuando nos enfrentamos a tareas que tenemos al menos una oportunidad de lograr. Segundo, debemos ser capaces de concentrarnos en lo que hacemos. Tercero y cuarto, normalmente la concentración es posible porque la tarea emprendida tiene unas metas claras y nos ofrece una retroalimentación inmediata. Quinto, uno actúa sin esfuerzo, con una profunda involucración que aleja de la conciencia las preocupaciones y frustraciones de la vida cotidiana. Sexto, las experiencias agradables permiten a las personas ejercer un sentimiento de control sobre sus acciones. Séptimo, desaparece la preocupación por la personalidad aunque, paradójicamente, el sentimiento acerca de la propia personalidad surge más fuerte después de la experiencia de flujo. Finalmente, el sentido de la duración del tiempo se altera; las horas pasan en minutos y los minutos pueden prolongarse hasta parecer horas. La combinación de todos estos elementos ocasiona un sentimiento profundo de disfrute que recompensa tanto a las personas, que éstas sienten que pasar una gran cantidad de energía para ser capaces de sentirlo es, simplemente, algo útil.

Una actividad desafiante que requiere habilidades.

A veces una persona nos comenta que ha tenido una experiencia de goce extremo, un sentimiento de éxtasis sin ninguna buana razón evidente: puede provocarlo una música o una vista maravillosa o, incluso, un simple sentimiento espontáneo de bienestar. Pero la proporción abrumadora de experiencias óptimas ocurre dentro de secuencias de actividades que se hallan dirigidas hacia una meta y reguladas por normas, actividades que requieren el empleo de energía psíquica y que no puede realizarse sin las habilidades adecuadas.

Combinar acción y conciencia.

Cuando todas las habilidades pertinentes de una persona se necesitan para enfrentarse a los desafíos de una situación, su atención está completamente absorbida por la actividad. No queda casi energía psíquica para procesar otras informaciones excepto las que la propia actividad ofrece. Toda la atención está concentrada en los estímulos pertinentes.

Como resultado, sucede uno de los aspectos más distintivos y universales de la experiencia óptima: las personas están tan involucradas en lo que están haciendo que la actividad llega a ser algo espontáneo, casi automático; dejan de ser conscientes de sí mismos como seres separados de las acciones que están realizando.

Metas claras y retroalimentación.

La razón que justifica una involucración tan completa en una experiencia de flujo es que, normalmente, las metas están claras y la retroalimentación es inmediata. Un jugador de tenis siempre sabe qué debe hacer: devolver la pelota a la cancha del aniversario. Y cada vez que golpea la pelota sabe si lo ha hecho bien o no. Las metas del jugador de ajedrez son igualmente obvias: debe hacer jaque mate al rey del adversario antes de que éste se lo haga al suyo. Con cada movimiento puede calcular si está o no más cerca de este objetivo. El alpinista que avanza subiendo una pared vertical de roca tiene una meta muy simple: completar el ascenso sin caerse. Cada segundo, hora tras hora, sabe si se está acercando a su meta. Por supuesto, si uno escoge una meta trivial, el éxito en sí no le proporcionará disfrute. Si me propongo como meta permanecer vivo mientras estoy sentado en el sofá del salón de mi casa también podría pasar los días sabiendo que lo estoy consiguiendo, al igual que un escalador sabe que está logrando su meta. Pero este logro no me haría especialmente feliz si me comparo con la alegría de un escalador tras conseguir realizar una peligrosa subida.

La concentración sobre la tarea actual.

Una de las dimensiones más frecuentemente mencionadas de la experiencia de flujo es que, mientras dura, uno es capaz de olvidar todos los aspectos desagradables de la vida. Este aspecto de flujo es un subproducto importante del hecho de que las actividades agradables requieren de un enfoque total de la atención en la tarea presente, y así no queda espacio alguno en la mente para las informaciones que no sean relevantes.

En la existencia cotidiana normal somos presa de pensamientos y preocupaciones que se entremeten sin desearlo en la conciencia. Puesto que la mayoría de los trabajos, y la vida doméstica en general, carecen de demandas urgentes de experiencias de flujo, la concentración rara vez es tan intensa como para que las preocupaciones y las inquietudes puedan descartarse automáticamente. Por consiguiente, el estado mental ordinario tiene episodios inesperados y frecuentes de entropía que se inmiscuye en el funcionamiento armónico de la energía psíquica. Ésta es una razón por la cual el flujo mejora la calidad de la experiencia: las demandas claramente estructuradas de la actividad imponen orden y excluyen las interferencias de desorden en la conciencia.

La paradoja del control.

Frecuentemente el disfrute se da en los juegos, los deportes, y otras actividades de ocio que son distintas a las realizadas en la vida ordinaria.donde puede sucedernos un gran número de cosas negativas. Si una persona pierde al ajedrez o realiza su afición de forma chapucera, no necesita preocuparse; en la vida “real”, sin embargo, una persona que no sabe manejar bien un negocio puede perder su trabajo, perder la hipoteca sobre su casa y acabar en manos de la asistencia pública. Así, en casi todos los casos, la experiencia de flujo involucra además una sensación de control o, más exactamente, implica la falta de preocupación por perder el control que es típica en muchas situaciones de la vida normal.

La pérdida de autoconciencia.

Cuando una actividad acapara completamente la conciencia, no queda libre atención suficiente que permita que una persona piense acerca del pasado o del futuro, o acerca de cualquier otro estímulo temporalmente inconexo. Hay un tema que desaparece de la conciencia y que merece una mención especial, porque en la vida normal dedicamos mucho tiempo a pensar sobre él: nuestra propia personalidad.

La preocupación por la propia personalidad consume energía psíquica porque en la vida cotidiana frecuentemente nos sentimos amenazados. Cuando nos sentimos amenazados tenemos la necesidad de traer a la conciencia la imagen que tenemos de nosotros mismos, y así podemos averiguar si la amenaza es seria o no y cómo deberíamos enfrentarla.

Pero en el flujo no hay lugar para el escrutinio de uno mismo. Puesto que las actividades agradables tienen unas metas claras, unas reglas estables, y los desafíos están bien equiparados a las habilidades, hay pocas oportunidades para que la personalidad se vea amenazada.

La ausencia de la personalidad en la conciencia no significa que la persona en flujo haya abandonado el control de su energía psíquica, o que no sea consciente de lo que sucede en su cuerpo o en su mente; en realidad suele suceder lo contrario. Cuando la gente oye hablar por primera vez de la experiencia de flujo, a veces cree que la carencia de autoconciencia tiene algo que ver con una eliminación pasiva de la personalidad, un “dejarse llevar por la corriente” al estilo de California. Pero de hecho, la experiencia óptima involucra un papel activo para la personalidad.

La pérdida de autoconciencia no involucra una pérdida de personalidad y, desde luego, no es una pérdida de conciencia, sino que ta
n sólo es una pérdida de la conciencia de la personalidad. Lo que se halla por debajo del umbral de la conciencia es el concepto de personalidad, la información que usamos para representarnos a nosotros mismos quiénes somos.Y ser capaces de olvidarnos temporalmente de quiénes somos parece ser muy agradable. Cuando no estamos preocupados por nuestras personalidades, realmente tenemos la oportunidad de expandir el concepto de quiénes somos. La pérdida de autoconciencia puede llevar a la transcendencia, un sentimiento de que se han sobrepasado los límites de nuestro yo.

Este sentimiento no es simplemente una fantasía de la imaginación, sino que está basado en una experiencia concreta de interacción cercana con un Otro, una interacción que produce un extraño sentimiento de unidad con esa entidad que no somos nosotros mismos.

La transformación del tiempo.

Una de las descripciones más frecuentes de la experiencia óptima expresa cómo el tiempo parece no pasar del modo en que ordinariamente lo hace. La duración objetiva, externa, qe medimos con referencia a acontecimientos exteriores como la noche y el día, o a la progresión ordenada de los relojes, se convierte en algo irrelevante debido al ritmo que nos marca la propia actividad. A menudo las horas que transcurren parecen minutos. En general, la mayor parte de las personas dicen que el tiempo parece pasar más rápidametne. Pero, ocasionalmente, también sucede a la inversa.

Fluir (Flow).
Una psicología de la felicidad.
Mihaly Csikszentmihalyi.

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