La práctica de la presencia

Practica de la presencia La práctica de la presenciaEl cuerpo es el lugar donde todo sucede, donde entran en juego las fuerzas inconscientes, donde la inteligencia rivaliza con el hábito, donde la comodidad compite con la ambición y donde los gustos personales son los que rigen el cotarro. No es que nuestros cuerpos deban ser ciegamente dominados o castigados, pues debemos recordar que toda nuestra vida tiene lugar en el cuerpo. Ahí es donde están nuestras funciones y nuestras posibilidades. Es importantísimo establecer una nueva relación con él, una relación consciente que sustituya nuestras suposiciones automáticas.
Según Madame de Salzmann, “las energías superiores están en el cuerpo, pero no son del cuerpo.[...] Nuestra atención está tan dispersa que necesita ser entrenada para que esté contenida en el cuerpo, para que se relacione con él, para que permanezca fija”.

El esfuerzo primordial del trabajo sobre el cuerpo consiste en fijar la atención de todas nuestras partes aquí, en la carne. Cuando lo intentamos, lo primero que observamos es que estamos en un estado constante de excesiva tensión. Aunque a menudo nos quejamos de él, no nos damos cuenta de hasta qué punto nos aprisiona. El trabajo con un solo centro drena nuestra energía. ¿Por qué utilizo una fuerza tal para fregar los platos que el vaso que tengo en la mano se rompe? ¿Por qué me siento más exhausta tras pasar un día resolviendo un problema con el ordenador que si hubiera estado partiendo leña? Está claro que me estoy refrenando o que me estoy aferrando a algo. ¿Qué pasaría si soltara las riendas? ¿Puedo soltarlas? ¿Cómo?

La autoobservación nos conduce al umbral del autorrecuerdo. La práctica del permanecer sentados y quietos puede llevarno aún más allá, si somos capaces de acallar a la mente parlanchina centrando nuestra atención en la consciencia del cuerpo y en todo lo que sucede en él. Me encanta el término budista para este cambio de la atención concentrada, pasar de la “mente del mono” a la “mente de Buda”.

Esta práctica de permanecer sentada la aprendí justo antes de partir hacia mi primer curso en la universidad, cuando con nerviosismo le pregunté a Madame de Salzmann qué podía hacer para no perderme en el barullo del mundo “exterior”. Ella me aconsejó que todas las mañanas me sentara muy quieta antes de salir de mi cuarto, para hacerme consciente de las partes de mi cuerpo y escuchar lo que ocurría dentro de mi cabeza. Quizá, después de quince minutos, podía expresar un deseo para mí en ese día. Siempre le he estado agradecida por sugerirme este hábito, que se ha convertido en una parte fundamental de mi vida.

Al comienzo de cada mañana dedico un tiempo a sentarme tranquilamente, a hacerme deliberadamente consciente de mi tensión física, dondequiera que esté, observando dónde es más fuerte e investigando miembro por miembro y parte por parte. Cuando se invita al cuerpo a una relajación profunda, puede que se produzca un auténtico cambio. Pero no se trata de forzar una liberación. Yo centro toda mi atención en mis partes físicas y entablo un diálogo con ellas. Este hecho de sentarme constituye también una preparación práctica para observar las muchas veces en que, a lo largo del día, estoy hipertensa en acción, cuando uso mis manos con mucha más fuerza de la necesaria para la tarea concreta que están haciendo, cuando mis hombros están unos centímetros más altos y más tensos de lo que necesitan estar.

La práctica de la presencia.
Cinco caminos para la vida diaria.
Patty de Llosa.

banner afiliado 140x84 La práctica de la presencia

Esta entrada fue publicada en Uncategorized y etiquetada . Guarda el enlace permanente.