El Simbolismo Precolombino

El Simbolismo Precolombino El Simbolismo PrecolombinoLa sociedad a la que pertenecemos, es decir la contemporánea, ha concebido la idea de que Dios -la unidad original- es un invento del hombre, aunque algunos de sus miembros piensan más bien que la deidad es un descubrimiento humano producido en cierta etapa de la historia. En ambos casos es el hombre el que crea a Dios, en absoluta contradicción con lo aseverado unánimamente por todas las tradiciones y civilizaciones de que se tenga memoria, las cuales afirman y establecen la correcta relación jerárquica entre el creado y su criatura. Esta flagrante inversión nace lógicamente del desconocimiento actual que poseemos acerca de lo sagrado, razón que nos obliga inconscientemente a ‘humanizar’ el concepto de Dios, a hacerlo antropomorfo -lo que equivale a reducir a la deidad a las categorías del pensamiento y la concepción humana- y minimizarlo a la escala del hombre de hoy día y a la estrechez de su visión. El cual no encuentra nada mejor entonces que hacer morir a los dioses, no ‘creer’ ya en ellos sino más bien en lo ‘humano’ -lo cual ¡ay! es tomado como un progreso- como si fuera posible que las energías cósmicas y armónicas cuyos principios expresan las deidades dejaran de ser, o existir, por el simple expediente de negarlas.

Estamos acostumbrados a pensar acerca de los panteones griegos, romano, egipcio, caldeo o maya -o aun en el de los judíos, cristianos, islámicos, hinduistas y budistas- como si sus dioses fuesen la propiedad privada de esos pueblos y religiones, y que además esos dioses fueran enteramente diferentes entre sí con identidades perfectamente particularizadas en un sistema clasificatorio imaginario. La realidad de lo sagrado queda así reducida a la capacidad ‘especulativa’ del hombre -o a un membrete en un casillero- y no se observa sin embargo que esos mismos hombres reconocieron a la deidad a través de los ‘números’, o medidas armónicas, como patrones o módulos de pensamiento universal y expresión de las ideas arquetípicas siempre presentes -como partes constitutivas del cosmos según los calendarios lo reflejan-, que los símbolos representan y cuya energía-fuerza no ha dejado ni dejará de manifestarse mientras existan el tiempo y el espacio. Lo mismo acontece con los astros y estrellas -en particular, el Sol, la Luna, Venus y las Pléyades-, símbolos de los dioses a determinado nivel, planetas y constelaciones que por cierto han sobrevivido a los caldeos, egipcios,… etc. ya mencionados y que aún podemos observar a ojo descubierto en cualquier noche clara. Estos astros y estrellas significan las energías cósmicas que son la expresión de los principios divinos y es imprescindible recordar que son los mismos astros y estrellas de hoy aquéllos que contemplaron en la bóveda celeste antes del ‘descubrimiento’ de América los pueblos precolombinos, los cuales los identificaron en su cosmogonía con determinadas ideas-fuerza cuya manifestación las estrellas expresan en la inmensidad del cielo, del que dependen la tierra y el hombre. Somos otras las personas que habitamos bajo el firmamento en la tierra que labraron las antiguas civilizaciones americanas, pero los números y los astros -como encarnaciones de los principios eternos- siguen siendo los mismos y están tan vivos como las deidades, las cuales por otra parte se siguen expresando como fenómenos naturales y atmosféricos y energías anímicas y espirituales siempre presentes en la creación. Pues es sabido que los dioses no mueren y eso es precisamente lo que los ha hecho inmortales en todo tiempo y lugar. O mejor, lo son porque han muerto a la muerte y ya no pueden morir. El dios sacrificado resucita, se regenera, y transforma sus energías cristalizándolas en el cielo bajo la forma de un plante, símbolo del principio que ese dios testimonia de manera activa y manifestada. Los dioses, incluso, son anteriores a esta creación y de hecho su sacrificio es lo que la produce “cuando aún era de noche”, como nos lo dice el mito teotihuacano.

El Simbolismo Precolombino.
Cosmovisión de las Culturas Arcaicas.
Federico González.
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